El primer par de agujeros negros en una galaxia de espiral, similar por sus características generales a nuestra Vía Láctea, ha sido descubierto por el telescopio Chandra a unos 160 millones de años luz, muy cerca de la Tierra, según la NASA. El par supermasivo puede localizarse en las inmediaciones del centro de la galaxia NGC 3393 y está separado por sólo 490 años luz, lo que hace pensar a los especialistas que se trata del rastro de dos galaxias de masa desigual fusionadas hace aproximadamente mil millones de años luz.
En cualquier caso, hasta ahora lo conocido sobre la naturaleza de los agujeros negros pertenece al reino de la teoría. Un agujero negro es un cuerpo pequeño cósmico, altamente condensado y oscuro, una región de espacio vacío y distorsionado, un gran centro de atracción gravitatoria, aunque no material pues no tiene superficie palpable: su masa colapsó hacia adentro bajo la presión de su propia gravedad. En principio, cuanto más se concentraba sobre su centro más increíble se tornaba su campo gravitatorio, y más incapaz era de impedir que siguiese el colapso hasta que toda la masa aplastada dejara de existir dentro del “horizonte absoluto del acontecimiento”, el que actúa como frontera superficial.
Esta superficie es simplemente una línea de demarcación imaginada en el espacio separando la región interior, en la que el cuerpo se contrajo hasta desaparecer y en la cual ni la luz puede escapar de la región exterior, en zona en donde algunas señales o partículas materiales aún pueden salir. El período más rico en la formación de los agujeros negros tuvo lugar en el paso de la primera a la segunda generación de estrellas, debido a que las de primera generación eran más voluminosas y macizas que el promedio de sostén gravitacional. Por lo tanto, el Universo está poblado de agujeros negros casi en su 50%.
El espacio y el tiempo se funden, existiendo dos superficies delimitadas que se conocen como horizonte de sucesos y el otro como límite estacionario. Estas dos partes son: el horizonte externo o secuencial, que debido a su velocidad de contracción, superior a la luz, atrapa todo lo que entre en él, y el interior o la singularidad, que es el centro gravitacional del cual —ya sabemos— nada puede escapar. Ni siquiera la luz.
Se estima que un agujero negro es en sí mismo un Universo independiente, puesto que teóricamente se podría expresar que nuestro Universo no es más que un vasto agujero negro. En los agujeros negros desaparecen nuestras leyes físicas, nuestro espacio y tiempo, y se especula que son el pórtico hacia otras dimensiones.
¿Construirá el humano para ese fin agujeros negros cerca del Sistema Solar? La capacidad de crear agujeros en el espacio y el tiempo se volverá accesible en el futuro, si bien lejano. Se ha especulado sobre la construcción de un agujero negro cercano para los viajes interestelares, a partir de una masa diez veces superior a la del Sol y a un año luz de distancia, lo suficiente para que no devore nuestro Sistema Solar. El viaje dentro de la máquina del tiempo del agujero negro no se concibe de forma rectilínea, porque la nave que lo emprendiera se precipitaría a ese centro caótico. El cálculo de dónde puede reaparecer la materia o una astronave que se introduzca en el agujero negro, es decir, la distancia de tal viaje, está en relación directa y proporcional a su masa y su fuerza gravitacional.
La fuente de todo poder no es en realidad la energía. El Universo está colmado de energía, pero se halla en manos del caos. El verdadero poder del Universo está en la vida inteligente. Super-civilizaciones derivadas del humano y otras formas bióticas terrestres podrían colocarse cerca de los agujeros negros para aprovecharse de los flujos de corrientes energéticas que conforman los protones. El humano puede aprovechar la inagotable energía de los agujeros negros en rotación, ubicando plantas en su órbita que almacenarían y traspasarían esa energía a centros espaciales para uso humano. Se analiza la posibilidad de construir mundos habitables alrededor de los agujeros negros, que se beneficiarían de una fuente energética casi infinita.