La Vía Láctea es atraída por una gran concentración de materia y es a la vez impulsada por una región del espacio casi vacía hasta ahora desconocida.
Ni siquiera nos damos cuenta de ello, pero nuestro planeta gira sobre sí mismo a 1.600 km/h, al mismo tiempo que orbita alrededor del Sol a una velocidad cercana a los 100.000 km/h. Muy rápido, sí, aunque nada comparado con el Sol, que con todos sus planetas a cuestas se desplaza alrededor del centro de nuestra galaxia a unos 850.000 km/h.
Y si esto parece mucho, resulta que ahí fuera hay algo más. «Algo» que está haciendo que toda la Vía Láctea, junto a sus galaxias vecinas, se mueva por el Universo a más de 2 millones de km/h, o lo que es lo mismo, a 630 km. por segundo.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad Hebrea, en Israel, cree haber identificado ese «algo». El estudio acaba de publicarse en Nature Astronomy.
Justo frente a nosotros, a unos 650 millones de años luz de distancia, hay una densa agrupación de más de 76.000 galaxias, conocida como el Supercúmulo de Shapley. Y sabemos que esa enorme concentración de materia nos está atrayendo de una forma irresistible, junto a las demás galaxias de nuestro alrededor.
Lo que no sabíamos es que detrás de nosotros existe una región hasta ahora desconocida de espacio que está casi completamente desprovista de galaxias, un enorme vacío que nos está empujando con una fuerza realmente increíble.
La suma de ambas fuerzas (atracción y repulsión) es la que da la enorme velocidad de 2.000.000 de km/h a la que se desplaza nuestra galaxia.
El cosmólogo Yehuda Hoffman que ha dirigido la investigación, ha elaborado junto a su equipo un nuevo mapa tridimensional de nuestros alrededores galácticos, y en él ha encontrado, por prim
ra vez, esa misteriosa «zona muerta», a la que ha bautizado como «Dipolo repulsor».
Como puede verse en el video encima de este texto, nosotros (nuestra Vía Láctea y las demás galaxias que forman el Grupo Local al que pertenecemos), nos encontramos justo en medio, entre esa región vacía, que nos empuja violentamente, y el supercúmulo de Shapley, que nos atrae hacia sí.